PLENO EXTRAORDINARIO
VIOLENCIA DE GÉNERO
Pozoblanco, 26 de Mayo de 2014
NO CALLES TU PROBLEMA. HABRÁ
ALGUIEN QUE TE TIENDA LA MANO
Por un momento cierre los ojos,
imagine que se encuentra en una caja cerrada, pequeña, encogido en sí mismo.
Del exterior le llegan voces, golpes, se oyen llantos, discusiones, su miedo es
tal que empieza a temblar y lágrimas caen de sus ojos, siente impotencia, pero
no puede salir de esa caja que de algún modo le protege de lo que ocurre en el
exterior. ¿Cuál sería la solución?. La única solución para una niña de diez
años era pensar en otra cosa, un pensamiento el cual por un momento te haga
feliz. Yo, por ejemplo, recordaba las pasadas vacaciones en la playa o los
cuentos con final feliz que mamá me contaba cada noche.
Soy Nerea, tengo
treinta años, y he vivido en primera persona cómo mi padre, aunque me duela
llamarlo así, ya que yo no lo considero un padre, trató a mi madre con una
crueldad que nunca olvidaré y que me ha dejado marcada para toda la vida.
Éramos una familia
feliz, mi madre era una mujer adorable que vivía por y para su familia, tenía
una sonrisa que hacía que desaparecieran todos los problemas y unos maravillosos
ojos negros, para mí, la mujer más hermosa que he conocido. Mi padre era un
hombre con carácter, pero nos quería, o al menos eso creía yo, hasta que un día
cambió su personalidad o quizás dejó salir a aquel ser que llevaba dentro y que
destrozó a mi familia.
Todo empezó un día en
que mi padre llegó a casa enfadado, indignado porque su empresa iba mal y no
conseguía salvarla. Le dijo que ya no podía damos la vida que temamos y que
debería ponerse a trabajar porque con lo que él ganaba no era suficiente para
pagar las deudas, las muchas deudas que él había dejado en el camino. Mi padre
siempre estaba fuera con sus negocios, como él decía, pero con el tiempo nos
dimos cuenta de que esos negocios no eran sino vicios en los que había
despilfarrado todo el dinero.
Desde ese día, mi casa
se convirtió en un infierno, mi padre pagaba con mi madre sus malas gestiones y
su mala cabeza. Mi madre encontró trabajo cerca de casa en una cafetería. Mi
padre dejó de trabajar porque la empresa se fue a pique y cambió las horas de
trabajo por horas en el bar, aunque siguió con aquellos viajes de negocios de
los que tanto le gustaba hablar y gracias, a los cuales, mi madre y yo
disfrutábamos de algo de paz.
Nunca olvidaré este día, 20 de
Noviembre de 1993. Llegué a casa del colegio, mamá estaba allí, me extrañó,
porque a esa hora aún estaba trabajando, la saludé, le di un beso y noté que
algo raro pasaba, estaba muy nerviosa.
De pronto oí el sonido de un coche que se paraba,
fui corriendo a la ventana y vi que era mi padre y venía borracho, como siempre
mi madre temblando, se acercó y me dijo.
_ Cariño, vete a tu
habitación, cierra la puerta y no salgas hasta que yo vaya a buscarte, escuches
lo que escuches no salgas, por favor, por nada en el mundo. Te quiero.
Hice lo que me dijo mi
madre, subí a mi habitación, cerré la puerta, me metí en la cama y me tapé
hasta la cabeza con el edredón. A los pocos minutos comenzaron los gritos y los
golpes. Estaba tan asustada y me sentía tan impotente al oír a mi madre llorar
y pedir que no la golpeara más, pero era incapaz de moverme, solo quería pensar
en otra cosa. Pero ese día ya no pude aguantar más, oí un golpe muy fuerte,
dirigí a la puerta pero dudaba si abrirla y salir o no. Se oyó otro fuerte
golpe y ya no oía a mi madre llorar, me armé de valor, abrí la puerta y bajé
las escaleras, me encontré a mi madre tirada en el suelo con la cabeza sobre el
primer escalón y llena de sangre, levanté la cabeza con la cara llena de
lágrimas, me encontré con la mirada de mi padre y le grité.
¡Por qué!, ¡por qué lo has hecho!, ¡por qué no
nos quieres!
Él me miro, bajó la cabeza como un cobarde y se
marchó dejándome sola, a una niña de diez años con mi madre tirada en el suelo,
sin conocimiento y llena de sangre.
Mi única idea fue
salir corriendo y llamar a mi vecina, una mujer mayor adorable que no tenía
familia para ella mi madre era como la hija que nunca tuvo, nos quería mucho y
nos ayudaba en todo, cuando le conté lo que había ocurrido, llamó al hospital,
y enviaron rápidamente una ambulancia. María, que así se llamaba mi vecina, me
dio un número de teléfono para llamar a mi tío, y me dijo que me esperara hasta
que él llegase a recogerme, y ella se marchó con mi madre al hospital. Fue una
sensación horrible, lo pase muy mal, estaba sola, no tenía a nadie y no sabía
que le pasaría a mi madre.
Con esta historia
animo a que aquellas personas que sufran violencia de género tanto física como
psicológica. ¡DENUNCIEN! Que nadie les quite el derecho a vivir una vida digna,
una vida que nadie tiene derecho a arrebatamos.
Esta es mi historia,
una más de las que ocurren cada año, algunas salen a la luz, otras se quedan en
la propia familia y otras, simplemente, no salen, pero hay que vivir en primera
persona un maltrato de género, vivir esa constante agresión para saber qué es
esa palabra y el sufrimiento que conlleva. Ya hace veinte años que mi madre y
yo cogidas de la mano, denunciamos y ese señor fue encerrado en la cárcel, y,
por mí, ojalá se pudra allí dentro. Porque para mí solo es un asesino que
intentó arrebatarle la vida a mi madre, solo por culpar a alguien de la
desgraciada vida que él mismo había creado.
Mª Carmen Muñoz Moreno
2º Bachiller del IES Los
Pedroches.
RELACIÓN DE VICTIMAS DESDE EL ÚLTIMO PLENO:
28 abril, bebé de 18 meses en Madrid
1 de mayo, María Belén E.V. de 43 años en La Coruña
5 de mayo, Hana B. de 24 años en Villarejo de Salvanés (Madrid)
9 de mayo, Y.D.C., de 57 años en Madrid
14 de mayo, Gregoria León de 74 años en Valencia.
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